Acabo de hacer obras en toda la casa, vamos, un infierno, como todas las obras que han hecho todas las personas que conozco, largas, sucias y costosas en tiempo y dinero… pero ya está, ya he terminado y la verdad es que después de todo el sufrimiento, no ha quedado mal del todo.
He alisado todas las paredes de casa, y ahora viene la selección de colores según las estancias. Lo cierto es que es algo que me estresa porque nunca sabes a ciencia cierta si va a quedar como tu esperas, además de que yo no tengo mucho gusto para combinar colores, entre otras cosas porque sufro cierto grado de daltonismo.
Pero si que hay unas cosas que siempre me ha gustado y además, que si te cansas de ello, puedes cambiarlo fácilmente, son los vinilos decorativos, los hay de todos los gustos y colores, desde serios, pasando por vinilos para habitaciones infantiles, de edificios, letras, ciudades, cenefas… vamos, todo lo que se te ocurra. Son de fácil instalación (bueno, la palabra instalación aquí no tiene mucho sentido), simplemente hay que tener un poco de paciencia y pulso para que queden perfectos en la pared, y la verdad es que el resultado siempre es positivo, y lo dicho, si te cansas o te aburres del vinilo que has colocado, lo quitas y pones un nuevo, así de fácil, y siempre le da a la casa el ambiente que quieras según su temática.
Yo los tengo puestos en la entrada, encima del mueble del recibidor, uno con forma de bonsai que está justo a la altura del mueble, y queda muy resultón.
Para quitar un vinilo, es muy sencillo, simplemente necesitas aplicar calor en él, yo por ejemplo uso un secador, y algo de paciencia. Al calentarse el vinilo, empieza a despegarse y es muy facil estirar. No cometáis el error de pensar que una vez despegada la punta podéis pegar el estirón, es importante ir poco a poco, si no os dejará rastros en la pared que serán más complicados de quitar.